Soy de Valls. Hacía catorce años que había acabado los estudios de FP. En aquellos años la universidad más próxima estaba en Barcelona, y mi familia no tenía bastantes recursos para "llevar al niño a estudiar a Barcelona". Hice la mili, y después a trabajar, que en casa no había muchas misas, que digamos. Siempre, sin embargo, me quedaron las ganas de estudiar. Pasaron los años, evolucioné mucho en los trabajos que hice, las empresas en sus momentos me pagaron mucha formación y llegué bastante arriba. Estaba casado, nos habíamos comprado piso, hipoteca "al canto", pero había llegado un punto que nos ganábamos bien la vida. Era el momento de estudiar más.
Empecé en la UOC en febrero del 2000, ya había oído hablar de ella. La UOC sin duda me ha cambiado la vida. Justamente en la empresa auditora donde trabajaba siempre me habían puesto chinas porque no querían que estudiara, no les interesaba, tenían miedo de que aprendiera demasiado y les volara. Tres o cuatro años atrás ya se había establecido la URV en Reus y Tarragona, y había intentado matricularme, pero la empresa me lo dificultaba y no me dejaba. Hay que decir que cobraba mucha "pasta" y se pensaban que, con dinero, se arreglaba todo.
Pero las ganas de estudiar fueron superiores e hicieron que al final tomara una decisión, de las más importantes en mi vida. Tiré el "megasueldo" que tenía por la ventana, les mandé a hacer puñetas "allí" y me planté por mi cuenta. El hecho de que pretendieran no dejarme estudiar ni en la UOC rebosó del vaso y a partir de aquel momento todo cambió.
No he suspendido nunca ninguna asignatura, tengo una media de notas muy alta. El esfuerzo es inexplicable y quien lo acaba pagando es la familia. Ahora ya tengo un hijo de cuatro años, y eso pesa.
Tengo el setenta por ciento de la carrera hecha y ya le empiezas a ver un poco la punta. De hecho, llega un punto que se hace largo y pesado. El estrés, el trabajo, las PEC, la familia... No se puede explicar. Sólo lo sabe quien lo vive, qué significa todo eso.
Lo que tengo claro, que sin un "ingenio" como la UOC no lo habría podido hacer nunca. Al paso que voy (de dos en dos), me faltan cinco o seis semestres. Ahora ya he llegado demasiado arriba para tirar la toalla, aunque, justo es confesar, más de una vez he estado a punto de hacerlo.
Pero, en definitiva, la satisfacción personal que te queda cuando apruebas, después de un esfuerzo considerable, es gratificante.
Gracias, UOC.