Recuerdo con emoción, a finales del 97, la llamada del tutor dándome la bienvenida a la UOC y recordándome el día de la entrevista, o los numerosos encuentros presenciales -que eran casi como ir de excursión- y sentirme acompañado en las penas y fatigas por los mismos compañeros de siempre, y por la "masa" creciente de estudiantes, muchas veces anónima pero no por ello menos visible (es muy fácil distinguir en la Autónoma quién es estudiante de la UOC y quién no...).
Por otra parte, me complace mucho que la mayoría de las aportaciones de los compañeros apunten a los sentimientos y no al conocimiento, y que la UOC sea, además de lo que tiene que ser -una universidad que crea y gestiona conocimiento entre sus miembros-, un grupo de personas sensibles que construyen una comunidad fuerte y con personalidad propia.
Porque... ¿qué sería una cabeza sin un corazón que le da vida? Muy poca cosa, ciertamente.
¡Muchas felicidades a todos por haber cumplido 10 años con la UOC!