Ahora ya no soy estudiante de la UOC. El pasado mes de noviembre, justo después de pasar, recogí el pseudotítulo que nos dieron (ya nos llegará el de verdad). De todas formas, es cierto que han sido tres años un poco estresantes, especialmente con el Prácticum II. Vivía en Madrid, y como no sabía cuánto tiempo me quedaría allí, no tenía sentido estudiar una carrera presencialmente. La primera vez me presenté a las pruebas de validación en la sede de la UOC de Madrid, sin saber que se hacían en la librería catalana que está cerca de la Puerta de Alcalá... Llegué tarde, el que vigilaba las pruebas no paraba de hablar por el móvil, en una asignatura no sabía que tenía que llevar las PEC... ¡Casi tiro por la borda un semestre de trabajo! Ser estudiante de la UOC me ha proporcionado experiencias que no podía llegar imaginar. Entre los y las estudiantes de la UOC hay una solidaridad curiosa. Me pasó que tenía que entregar una PEC mientras estaba en medio de la montaña sin conexión en ningún sitio. Al final fui a un hotel y empecé a explicar mi problema a la recepcionista, que simplemente me hizo pasar detrás del mostrador y me dijo: "Tranquila, ya sé de qué va, yo también soy víctima de la UOC". ¡Y pude entregar la PEC sin retraso! Ser estudiante de la UOC me permitió conocer un poquito más a un compañero del trabajo muy y muy tímido. Hacíamos carreras diferentes, pero teníamos la complicidad de los que pasan por el mismo "calvario". Ya no está, ni en el trabajo ni en la UOC. Le quedó el proyecto de final de carrera por acabar. Si el mundo fuera justo, hubiéramos estado juntos en la graduación, en noviembre. La terrible enfermedad no lo ha permitido. El mundo, que no es justo, ha perdido a una persona maravillosa.