Era un domingo del mes de febrero de 2000, leyendo La Vanguardia descubrí que finalmente encontraba la manera de ser universitario, con todos los compromisos sociales que eso conlleva. Nunca había dejado de reciclarme profesionalmente, pero por circunstancias de la vida no había podido acceder a los estudios universitarios. El tríptico publicitario de la UOC -que todavía conservo- ofreciendo la prueba de acceso a > 25 años me hizo soñar. Pero al recibir el material, volví a poner los pies en el suelo, ¡cuánto trabajo! Tengo que reconocer que fue un año duro, compaginando la responsabilidad laboral con la ilusión universitaria, pero finalmente todos los esfuerzos fueron recompensados con el objetivo logrado. Ya era miembro de la comunidad universitaria.
Ahora, cada vez que supero una prueba de validación recuerdo aquellos momentos, y disfruto, porque pienso, y con orgullo, que me los merezco.
Finalmente querría dar las gracias a la UOC, porque en situaciones laborales conflictivas y a veces decepcionantes, estos momentos de estudio y de relación universitaria con otros compañeros me han ayudado a superarlas.
Un consultor me dijo: "Ha habido generaciones que han estudiado para tener un trabajo para toda la vida; ahora nosotros tenemos que estudiar toda la vida para tener un trabajo". Creo que todos podemos estar de acuerdo con ello.
El esfuerzo, aparte de ser gratificante, vale la pena, de veras.